Recientemente, la discusión pública sobre la posible pérdida de fondos federales para atender la salud de nuestros ciudadanos, ha estado presente prácticamente en todos los foros. Y no es para menos, pues como bien establece el Artículo 25 de la Declaración de Derechos Humanos, “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios”. Las misma Naciones Unidas demandan que la salud y la asistencia médica tienen que ser protegidos por un régimen de derecho. Hasta ahora la discusión sobre la salud del puertorriqueño parece estar centrada en la salud fiscal de algunos de los componentes de nuestro sistema de servicios de salud, como lo es por ejemplo el Plan de Salud del Gobierno de Puerto Rico y el Programa de Servicios de Medicare. Por su puesto, el tener los recursos económicos suficientes para brindar estos servicios es sin duda alguna un aspecto medular. Pero hay otro aspecto que también parece estar generando gran preocupación: el nivel educativo de nuestra población. Y quizás usted se pregunte ¿qué tiene que ver el nivel educativo con la salud de nuestros ciudadanos? Pues según investigadores como lo son Mindell, Joffe y Conti, entre muchos otros, el estado de salud de los ciudadanos está determinado en mayor parte por factores externos y fuera del control de los sistemas de servicios de salud. Las investigaciones sobre este tema apuntan a que si mejoramos el nivel educativo de un individuo hay mayor probabilidad de mejorar a su vez su nivel socioeconómico, lo que influye en mejorar su salud y bienestar. Visto de otra forma, las personas con un mayor nivel educativo tienen mayor probabilidad de estar más saludables.
El Sistema
de Vigilancia de Factores de Riesgo del Comportamiento (BRFSS, por sus siglas
en inglés) es el sistema de encuestas telefónicas de temas de salud más grande del
mundo. Anualmente Puerto Rico y las
jurisdicciones de los Estados Unidos participan de las mismas. Entre las variables que usualmente recopila el
BRFSS se encuentran el nivel educativo de los entrevistados y su percepción
sobre su estado de salud. Con el propósito comprobar si esta asociación entre
educación y salud se observa en la población puertorriqueña analicé los datos
del BRFSS de Puerto Rico para el año 2011.
Los resultados indican que mientras más alto el nivel educativo del
entrevistado mayor es la probabilidad de que perciba su estado de salud como
uno bueno o muy bueno. Por ejemplo,
aquellos adultos cuyo grado más alto alcanzado fue el haberse graduado de
escuela superior tienen 2 veces mayor probabilidad, en comparación con los que
no se graduaron de escuela superior, de percibir su estado de salud como bueno
o muy bueno. Para los graduados de
universidad este número aumenta a 6 veces mayor probabilidad en comparación con
los que no se graduaron de escuela superior.
A pesar de
que la relación entre la educación y la salud probablemente está mediada por
diversas variables, y no precisamente es una relación de causa y efecto, no
cabe duda de que el factor educación es una pieza clave. La preocupación que actualmente nuestras
comunidades expresan sobre el bajo aprovechamiento académico de nuestros
estudiantes, la deserción escolar y la migración de graduados universitarios a
otras jurisdicciones, representa también una preocupación de salud pública. Como bien nos dice Susan Taylor, una famosa
escritora americana, “Todo gira en torno a la educación pues sin ella no
podemos alcanzar un estado de salud adecuado, no podemos aspirar a un hogar
seguro y mucho menos ser capaz de abogar por nuestros derechos”.
Dr. Orville M. Disdier
Educador, epidemiólogo e
investigador científico
Twitter: @DrDisdier