“Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”.
Génesis 2:15-2:17
Quiero comenzar estableciendo el hecho de que antes de entrar al mundo de la educación mi formación había sido cien por ciento sumergida en la ciencia y la tecnología. Desde siempre he sido un ferviente admirador de la ciencia ficción, de los video juegos, de las computadoras y de la tecnología en general. Para mí la ciencia y el conocimiento son magia, magia tan poderosa que le fue prohibida al ser humano y como consecuencia este la tomó sin autorización divina. Es precisamente este hecho de mi vida el que hizo mucho más interesante, y hasta cierto punto conflictivo, la lectura del libro de Neil Postman titulado: “Technopoly: the surrender of culture to technology”. Se preguntará usted entonces, ¿cuál es mi pensar sobre esta obra?, ¿estoy de acuerdo con las posturas de Postman?, ¿ha cambiado en alguna medida mi actitud hacia la tecnología? Precisamente, son estas y otras preguntas las que, en la medida que sea posible, pretendo responder no solo para beneficio de usted, mi estimado lector, sino para mi propio beneficio.
La sinceridad, los ejemplos, sencillos y claros, la definición de conceptos poco comunes y el ingenioso enlace entre un capítulo y el otro hizo que la lectura del libro fuera una amena y estimulante. Me parece genial la manera en que Postman establece sus puntos firmemente pero sin llegar a lastimar a los que venimos de la cultura tecnológica. Es virtualmente imposible (y utilizo la palabra virtual a propósito) no encajar en alguno de los ejemplos que el autor utiliza; va desde lo concreto hasta lo abstracto en un análisis detallado pero ágil y dinámico a la vez. El resultado es una protesta, una manifestación, una advertencia, una alerta que toma la forma de papel y tinta pero que equivale a una marcha de cientos de personas respaldadas por todo un contingente de hechos históricos y evidencia factible.
Siempre pensé que la tecnología era buena y que su propósito era bueno también. Pero más importante aún, siempre pensé que nosotros controlábamos la tecnología e incluso que esta era un instrumento que nosotros podíamos utilizar a nuestro antojo. ¡Que equivocado estaba! Si, es increíble como Postman ha logrado convencerme de que yo estaba equivocado. Y enfatizo esto porque yo no soy una persona fácil de convencer. Para que alguien me convenza, primero tiene que demostrarme más allá de mis dudas razonables que yo estoy equivocado o que al menos podría existir otra explicación alterna a la por mi propuesta. Pues tengo que admitir que Postman ha logró demostrarme que la tecnología tiene una cara oculta que por primera vez en mis años de vida he comenzado a explorar.
Ya entiendo porqué Dios no quería que nos comiéramos la famosa manzana pues el resultado es el creernos Dios. Subrayo la palabra creernos porque al abrir los ojos al conocimiento y a la tecnología nos creímos capaces de poder controlar su poder, nos creímos merecedores del mismo y creo que al día de hoy, milenios después nos seguimos creyendo lo mismo. Postman como muchos otros tiene razón, nos creemos que tenemos el control de la tecnología, nos creemos que la controlamos, nos creemos que es bueno dejarla entrar libremente a nuestra cultura, creemos más en ella que en nuestros símbolos patrios, que en nosotros mismos e inclusive que en el propio Dios. Estamos cegados por su magia.
Para mí la ciencia y la tecnología siguen siendo magia, magia fascinante y maravillosa. La verdad es que no es la magia el problema sino el mago. El mago es el que mueve su varita a su antojo y decide que hacer. Quizás la culpa nos es de la tecnología sino de nosotros que no sabemos fiscalizar y evaluar sus atributos. Así como Thamus evaluaba los avances tecnológicos así debe ser nuestra racionalización. La ciencia y la tecnología tienen el poder de ayudarnos a curar a los enfermos, proveerle comida a los hambrientos y hasta conquistar nuevos mundos. Pero todo esto tiene mérito tan solo si estamos claros en que quien hace tales cosas es el hombre con su cultura humana y no la tecnología como hacedora de milagros si no más bien la tecnología vista como una herramienta, como algo externo a nosotros, como algo que de ser preciso podemos prescindir.
Puede que parezca contradictorio pero yo no tengo intención de dejar de usar la tecnología, sencillamente no sería una meta realista. Sin embargo, ahora veo a la tecnología de forma muy distinta. Ahora sé que la tecnología es como un cuchillo de doble filo al cual hay que manejar con cautela. De ahora en adelante, evaluaré la nueva tecnología, sus posibles ventajas y sus posibles desventajas, antes de aceptarla. También evaluaré la tecnología que utilizo actualmente con el fin de considerar posibles modificaciones en la manera, frecuencia e intensidad de su uso. Pero más importante aún, procuraré mantener siempre el control sobre la tecnología y no vice-versa. En resumen, desde este momento utilizaré a la tecnología como una herramienta, la veré como algo externo a mi humanidad y limitaré en lo más posible la integración de la misma a mi cultura.
Orville M. Disdier